viernes, 29 de noviembre de 2019

Fly Tying Desk Project (II)

Tras el encolado del tablero de la mesa, redimensioné madera para formar las dos cajoneras donde iba a ir apoyado el mismo.


Primero corté unos listones de roble, para posteriormente cepillarlos a mano para borrar las marcas de los dientes de la sierra de mesa.


A continuación les hice a los listones unas ranuras con la fresadora. En estas ranuras irá introducidos, sueltos y sin cola, los paneles de chapa de roble. No quise hacer los laterales de la cajonera de madera maciza porque iba a pesar una burrada, así que opté por el chapado en roble de 11 mm.



Más tarde fresé las hembras con la Festool Domino, donde irán alojadas las espigas de haya de 10 x 50 mm. con las que uniré los listones para formar los laterales y las traseras de las cajoneras.


Unas pequeñas pruebas en seco, para ver que todo está alineado correctamente antes de encolar, pues una vez echado el pegamento, ya no hay manera de corregir nada.



Tras el encolado, quedan unos paneles fuertes y ligeros.


Con el mismo sistema Domino, uní los laterales a la trasera y a los tirantes delanteros.


Unos buenos sargentos y solo queda esperar que la cola seque.



En el siguiente paso remataré las cajoneras y el tablero de la mesa, que los aceitaré con aceite danés.

Fly Tying Desk Project (I)

Coincidiendo con un próximo cambio de domicilio, el cual será a una bonita casa típica de Pirineos, de piedra y madera, y restaurada recientemente, decidí que tenía que fabricarme una mesa de montaje en consonancia con la nueva vivienda.

Siempre he soñado con tener una típica mesa de despacho, de esas de principios del siglo XX, de madera noble y con montones de cajones. Al mirar precios en diversas tiendas físicas y de la red, vi que costaban dos o tres mil euros en el mejor de los casos, y si la hacía bajo pedido y en maderas nobles, el coste se disparaba.

A parte de la pesca a mosca, otra de mis pasiones siempre ha sido el trabajar con mis manos. Razón ésta por la que con 18 años decidí dejar todo en mi tierra natal y alistarme de militar como especialista en mantenimiento de aeronaves militares. Ya desde pequeño tuve gran interés por hacer y fabricar todo tipo de inventos, con madera y materiales de reciclados, de descubrir los secretos de la electricidad y la química (aunque esto último no tuvo final feliz... al menos para mis primos pequeños). La movilidad geográfica y, por lo tanto, la imposibilidad de disponer de un pequeño taller, me hizo dejar en el baúl de los sueños todos aquellos proyectos. Sólo mi madre, cada vez que les hacía una visita por Zamora, hacia que volviera a recordar aquellos tiempos encancargandome un montón de tareas de “bricolaje” para hacer durante mis vacaciones.

 La cosa es que de un tiempo para acá, he conseguido un pequeño lugar donde hacer mis chapuzas y tener mis cuatro herramientas. Empecé arreglando cuatro cosas para mi novia y poco a poco el gusanillo me picó hasta el punto de no pasar un día sin verme mis canales favoritos de YouTube dedicados al “woodworking”. Tras construir varios muebles sencillos en madera de pino y abeto, me decidí a diseñar y construir mi propio escritorio para montar moscas.

Lo primero era el diseño. No tengo muchos conocimientos informáticos como para poder hacerlo con un programa de diseño, así que no quedó más remedio que recordar las enseñanzas que nos dieron en dibujo técnico en el instituto de Zamora.




Una vez decidido el diseño más o menos, tocaba elegir el tipo de madera. De entre todas mis maderas nobles favoritas, tal vez la mejor en relación bonita/precio era el roble, que sin ser barato, por lo menos era accesible. Por lo que hice un pedido inicial de 8 tablones de 3m x 200 mm x 42 mm

Tras recibirlo medianamente cepillado, lo primero que hice fue seleccionar las mejores piezas para hacer la tapa de la mesa escritorio.


Una vez elegidos los tablones, procedí a redimensionar un poco los mismos, eliminando imperfecciones. Posteriormente decidí su orden en el tablero y marqué su ubicación.






A continuación, cepillé los tablones para dejarlos todos al mismo grosor, el cuál sería 34 mm.



La verdad que el cepillado fue realmente bien (es fácil con cuchillas nuevas), quedando una veta espectacular.







Luego vino el engalletado con galletas del nº 20 para alinear bien los tablones y posteriormente el encolado



Tras amarrar bien con sargentos todos los tablones, poniendo especial interés en que el tablero no quedara combado, dejé secar un día y medio.



Después de retirar los sargentos y quitar los pegotes de cola que pudieron quedar, pase a lijar todo el tablero (solo un primer lijado con grano 120, no será el definitivo). El lijar, para mi, es una de las cosas más tediosas que tiene esto de la madera, pero no queda otro remedio... Al final me ha quedado un tablero en bruto de 186x86 cm. Que posteriormente quiero recortar y dejar en 175x75 aproximadamente. De momento reservo el tablero para darle las dimensiones y acabado finales más adelante.

Hasta aquí la primera parte de la construcción del escritorio de montaje de moscas. En la siguiente entrada empezaré a fabricar dos cajoneras que serán las que soporten el peso de la tapa.