miércoles, 13 de mayo de 2020

El inicio

Esta mañana, paseando al perro mientras llovía, he notado ese olor a fuego, a hogar de leña. Llevamos unos días de lluvia intensa y ha refrescado, por lo que las chimeneas vuelven a echar humo. Cuando he llegado caminando al camino junto al río, me ha venido otro olor: el de madera en descomposición, humedad, olor a tierra mojada y musgo. En ese momento, debajo de mi paraguas, estos olores me han llevado a recordar mis inicios en la pesca.

¿Y qué tienen que ver los olores con la pesca? Pues para mi mucho, porque estos olores de esta mañana, son los mismos que yo olía cuando iba al pueblo de mi madre.

Soy de un pueblo de llanura de la olvidada Zamora, ribereño del Duero y zona de cereal y choperas. Pero gran parte de mi infancia la he pasado en el pueblo materno, en la zona de Sanabria y Carballeda, en el norte de la provincia. Comarcas fronterizas con Portugal y Galicia. Lugar de despoblación y olvido para todas y cada una de las administraciones. Zona de robles, pinos y brezo. Reserva de lobos y enormes ciervos. Y todo girando entorno al río Tera, lugar donde un día estuvo, como dijo mi amigo Miguel Casaseca, “el mejor coto de pesca de España”. Hoy bajo las aguas de un embalse.

Aunque íbamos muchas veces al año, recuerdo especialmente las épocas de frío y lluvia. Siempre estaba el fuego encendido en las cocinas de las casas (de ahí ese recuerdo del olor a humo), siempre había humedad. Y en la cocina, detrás de la puerta, las escopetas de caza colgadas, junto al zurrón y la canana de cartuchos. En mi familia había cazadores y a su vez pescadores: mi abuelo y mis tíos. Por ello en la casa aparecían de vez en cuando números de la revista Trofeo. Y ahí empezó todo.

Para un niño de los años 80, no había mucha diversión en el pueblo. Así que si estaba lloviendo y no podía ir a disparar con la escopeta de balines o a poner pequeños cepos para capturar algún pardal, pues me tiraba horas mirando el fuego u hojeando las viejas revistas de Trofeo, con el sonido de Radio Nacional de España de fondo.

Recuerdo un número en especial. Hablaba del último cazador de osos en España, con fotos en blanco y negro de los últimos osos cazados legalmente. En ese número también había un artículo que hablaba de la pesca del salmón a mosca ¡Y ahí si que la jodimos! Pude ver aquellas moscas, las fotos de los salmones pescados por ellas, de los paisajes, de los ríos de los que allí hablaban, de unas aguas de las que hablaban de que eran color té. A esto hay que sumarle las escapadas a hurtadillas al sobrado, donde estaban las cañas para pescar truchas, el carrete Sagarra y la cesta de mimbre llena de cucharillas y moscas ahogadas.

El resultado de todo esto fue que yo quería pescar truchas. Ni siquiera me había interesado hasta entonces la pesca, pero yo quería ir a pescar. Ese verano recuerdo acompañar a mi primo Luisito “el cartero” al río del pueblo. Yo era el encargado de ir buscando saltamontes por los prados junto a la ribera. Luego mi primo (más bien el primo de mi madre), me explicaba que las truchas eran realmente peces muy listos y difíciles de coger, así que me enseñaba a hacer un agujero en la vegetación de la orilla por el que pasaríamos la caña y de la que colgaría un sedal con un saltamontes vivo pinchado en el anzuelo. Con la presión que sufrían aquellas truchas de “La Ribera”, era normal que las que quedaban fueran realmente listas y desconfiadas.

A la vuelta de aquel verano, le estuve dando la tabarra a mi padre para que me comprara una caña de pescar. No hubo éxito, así que mi iba con mis compañeros del colegio, Eloy y David, a pescar con un trozo de palo con unas alcayatas haciendo las veces de anillas y sin carrete, por supuesto. David me vendía los anzuelos a seis pesetas cada uno. Los plomos los sacaba de los sellos de las botellas de vino que mi padre tenía almacenadas en el garaje y las veletas eran los corchos de esas mismas botellas. Así, armado con ese equipo rudimentario y sin licencia de pesca (qué iba yo a saber de licencias) nos bajábamos muchas tardes hasta el Duero. Lo curioso es que pescábamos ¡Y vaya que si pescábamos! Carpas, bogas, percasoles, pequeños barbos, black bass, pintaos, sardas, cachos… la vida rebosaba en aquel Duero.

En primavera mi padre apareció con un coche nuevo. Yo estaba en la puerta de la casa de mi abuela y apareció mi padre con aquel R-19 Chamade de color rojo cereza. De repente, abrió el maletero y allí había dos cañas, dos carretes y un maletín de pesca de la marca Mitchell, lleno de veletas, plomillos y anzuelos. Aquello si que definitivamente era mi perdición. Ahora no había vuelta atrás.

Durante unos años estuve yendo a pescar al Duero. A veces con mi padre y otras con los amigos. Los días libres y todas mis vacaciones las pasaba en el río. Aprendía a pescar a fondo, a veleta, basses y barbos a cucharilla y mi preferida: la pesca con ova. En verano nos íbamos con una asociación de pescadores jubilados a pescar a los embalses de la provincia. Nos recogía en el pueblo, nos llevaban al embalse y luego nos volvía a traer. Compartiendo jornadas pescadores que podían ser nuestros abuelos (de hecho alguno era abuelo de esos críos que íbamos). No había autorizaciones por escrito ni cosa parecida. Nos íbamos en el bus a la mañana y nos devolvían casi de noche ¡Eso era libertad!

Un mayo (lo recuerdo como si fuera ayer) estaba enfermo en mi casa. Algún catarro asociado a la alergia me mantenía en cama. Mis amigos, y a la vez vecinos, me trajeron cintas con películas de pesca y grabaciones de Jara y Sedal. También algunas revistas. Me atraían mucho los artículos que hablaban de la pesca a mosca y me los leía una y otra vez. Recuerdo que tenía fiebre, así que cuando dormía soñaba algunas cosas absurdas. Pero recuerdo soñar que estaba pescando a mosca en un río lleno de vegetación acuática y muchas flores. A día de hoy no encuentro explicación a aquellos sueños, pues nunca había tenido en mis manos una caña de mosca, ni había estado pescando en uno de esos ríos con flores. Esos días decidí que yo pescaría a mosca.

Y así, tras no se cuantos meses de ahorrar la paga semanal, pude en el año 94 comprarme un pequeño equipo de mosca de la marca Shakespeare. Era barato, pero para mi era el mejor del mundo y seguramente el único en un pueblo de meseta donde la trucha más cercana estaba a casi cien kilómetros.

Las lecciones de una tarde que me dio el marido de una compañera de mi madre, sirvieron para que empezara a pescar. No truchas, por supuesto, sino carpas, cachos y barbos en mi pueblo. En aquellos tiempos, sin internet, sin ver vídeos, solo leyendo algunos artículos en las revistas, pude empezar a pescar con éxito aquellos peces en el Duero. ¡Pero si pescaba barbos de dos kilos a pez visto con ahogadas de León! Ver para creer.

Tenía entonces 14 años y era prácticamente autodidacta.  Tres años más tarde conocería a Miguel Casaseca, que sería mi maestro y mentor. Con él vinieron el montaje de moscas, los viajes al Tera, al Esla, a Pino del Río, a la alta Sanabria, al Roncal, Pirineos… Pero eso ya es otra historia.

Hoy hace 25 años de aquello. Mucho ha llovido. Ahora vivo en Pirineos, tengo cerca de treinta cañas en el armario, decenas de carretes, miles y miles de kilómetros tras todo tipo de peces, sueldos enteros en material de montaje y docenas de compañeros de pesca. Pero todo empezó por culpa de una vieja revista, un frío día de otoño, en un pequeño pueblo de la montaña zamorana. Un pueblo con olor a bosque mojado y leña quemada.


miércoles, 22 de abril de 2020

¿Por qué uso becada?


Últimamente muchos me han preguntado sobre estas plumas. Algunos las tienen mitificadas y a otros les dan alergia. Yo os voy a dar mi visión sobre ellas. Soy un fanático de la becada. Lo reconozco. Por tanto, no voy a ser rigurosamente objetivo sobre estas plumas.



Las uso desde hace unos diez años, cuando mi amigo Paco Lizarraga me regaló unos tricópteros montados con ellas. De inmediato me parecieron unas moscas muy bellas, de ese tipo de moscas que te apetece atar al final del bajo. Aún recuerdo aquellas primeras truchas pescadas en un tramo libre del Aragón Subordán con uno de los tricos de Paco. Qué bien se veía, qué bien lo tomaban y sobretodo (lo cuál es muy importante para mi) cómo me gustaban aquellas moscas.
Junto con los tricos, Paco me regaló una cajita de cigarros llena de estas plumas. Al principio los experimentos con ellas fueron escasos, no podía desperdiciar ese tesoro, pero con el tiempo fui consiguiendo más y más plumas.Y entonces empecé a probar montajes y combinar materiales, hasta conseguir los patrones que uso hoy.




Las plumas de becada (o como la conocemos, culo de becada) son una serie de plumas que se encuentran alrededor de la glándula uropígia de este ave (justo encima de la rabadilla). Cada ave tiene entre 6 y 12 plumas de media. Si juntamos esto junto a que no se comercializan, sino que solo se usan las plumas de las aves cazadas, tenemos que son difíciles de conseguir para la mayoría de los pescadores de mosca, cosa que le da cierto aura de misticismo. Esa es otra de las características que me atraen de estas plumas: el poder pescar con moscas poco vistas, al igual que las hechas con plumas de gallo difíciles de conseguir, como por ejemplo las de color “Cree”.
Las plumas del resto del ave también pueden servir para montar tejadillos de tricópteros, ser usadas como hackles blandos en ahogadas o como alas hechas en secciones de pluma.




Ahora bien ¿está justificada su fama? Para unos no y para otros si. Todo dependerá de lo que busques en tus materiales de montaje. Si solo buscas la practicidad, tal vez no esté justificada su búsqueda o su uso. Si realmente aprecias otras cosas en el montaje, como pueden ser la estética, el uso de materiales naturales o te gusta el montaje más clásico, sin duda te atraerá este material.

¿Significa que su uso solo tiene fines estéticos y no prácticos? Pues no. El uso de estas plumas da, en mi opinión, muy buen resultado en el montaje de tricópteros y plecópteros. Cierto, la versatilidad de esta pluma no es muy grande, eso hay que reconocerlo.




Lo primero que tenemos que tener en cuenta, es que la becada no es culo de pato. A veces se habla como si de un sustituto se tratara y pienso que poco tienen que ver. Las plumas de becada son pequeñas, alargadas, rígidas y con fibras mas cortas que el CDC. El barrado que presentan, junto con la capacidad para mantener la silueta, hacen que sean ideales para imitaciones de tricópteros y plecópteros.

La mayoría de las plumas tendrán un tamaño adecuado para montar moscas desde anzuelos del 12 al 16. También podremos tener algunas plumas sueltas un poco mayores y algunas muy pequeñas adecuadas a anzuelos del 18 o 20, pero serán las menos.

¿Cuántas plumas debemos usar para cada mosca? Pues eso ya depende del gusto del montador y como quieras que vayan tus moscas.
Por ejemplo, los franceses montan un modelo de tricóptero con una sola pluma, montada totalmente plana a la tija del anzuelo.
Los primeros modelos que yo vi en España, llevaban cuatro plumas, dos mas cortas y dos más largas. Si bien funcionaban, el gasto de plumas era el doble de las que uso ahora y no eran moscas que flotaran muy altas, inconveniente si, al igual que yo, pescas en ríos de montaña.






Al final hice pruebas usando CDC como una primera ala y encima dos plumas de becada. Estas iban montadas en forma de tejado a dos aguas (como una tienda de campaña canadiense). Al mezclar estos dos materiales conseguía dos cosas: una, que el CDC mantuviera alta y flotona la mosca, consiguiendo navegar muy bien en las aguas movidas y no hundiéndose, siendo una mosca muy visible. También consigo rayar mejor el agua con ellas, cuando así lo necesito. Y dos, que la pluma de becada me mantuviera “contenido” al CDC, evitando que este se convirtiera en un pelufo, guardando así la silueta que deseo.

Hay personas que piensan que el montar CDC debajo de la becada le impide a la trucha ver el barrado de las plumas y entonces ya no tiene sentido su uso. Bueno… yo no sé realmente si una trucha es capaz de apreciar el barrado o si este es realmente solo atractivo para el pescador. Lo que si puedo asegurar es que a pesar de montar ambos tipos de pluma, las alas quedan traslúcidas y no opacas, dejando una apariencia bastante natural.
El color del CDC (y del hackle) va en consonancia con el tipo de tricóptero que quiero imitar. Así que los colores van desde el gris oscuro, hasta los cremas, pasando por toda la gama de avellanados y caquis.
La cantidad de CDC que suelo poner es de una pluma en condiciones normales, como por ejemplo un tricóptero en un 14 o 16, destinado a pescar todo tipo de aguas. Pero, si la mosca va a ser usada en torrentes o como mosca señalizador en un tándem seca-ninfa, uso dos plumas de CDC, aumentando así su flotabilidad. Así mismo, en montajes de tricópteros pequeños o plecópteros tipo “pitillines”, uso solo dos plumas de becada, sin CDC. En el caso de los plecos pequeños, además monto las plumas muy paralelas a la tija del anzuelo, no como en el caso de los tricos que tiendo a formar una “V” con las plumas.




Como hackle para estas moscas uso tres tipos:

-El más habitual es en parachute. Suelo montarlo no muy espeso, pues son moscas que ya de por si flotan muy bien sin la ayuda de muchas vueltas de hackle, si bien es cierto que tanto la densidad de poste y del collar, vendrán dadas según el uso al que van a ser destinadas. Pero habitualmente, ralo.

-También uso hackles montados a la forma tradicioal, pero solo los uso de gallo vivo de León. Una de mis moscas favoritas es una montada con CDC, becada, pelo para cuerpo y un hackle de gallo de León. Preciosa, no riza y pesca fenomenal.

-Como último recurso utilizo pata de liebre ártica en forma de falso hackle. Contrariamente a lo que se pueda pensar, esta forma de collar la uso sobretodo en moscas destinadas a aguas más lentas. Usando una cantidad escasa de PLA, se consiguen hackles muy livianos, donde el pelo imita muy bien las patas de los tricos y consigue gran aceptación entre las truchas de aguas lentas y tablones.




El tricóptero de becada es una de las mocas que más uso durante todo el año. Si llego a un río y no veo eclosión, lo primero que ato para pescar al agua es un trico de becada. Muchas veces le cuelgo una ninfa, siendo un buen candidato como mosca señalizador.
Con las plumas más grandes suelo hacerme plecópteros en un anzuelo del 10 o 12, quedando una imitación mediana que me funciona muy bien en los ríos de Pirineos en los meses de junio y julio.
Con las plumas más pequeñas monto pitillines en un 16 o 18, que suelen levantarme truchas en aguas bajas y frías, cuando no hay eclosión de otro tipo de insectos.



El mantenimiento de estas moscas durante la acción de pesca no difiera mucho de cualquier otra montada con materiales similares. Está claro que contra más plumas lleve la mosca y más truchas vayas cogiendo, la tarea de mantener seca la imitación es más costosa.
Como primer paso, yo uso grasa de CDC para mis moscas de becada. Suelo darles un poco nada más montarlas en el torno y antes de guardarlas en la caja. Durante la pesca uso mucho las sales, si bien acaban resecando mucho la mosca, por lo que intento evitarlo aplicando grasa de vez en cuando. Si la mosca no está muy poblada de pluma, no necesito usar las sales y tan solo con unos golpes de goma elástica ya la consigo secar.
Como la mayoría de las moscas hechas con materiales naturales, llega un momento que es imposible de secar y toca cambiarla por otra. Pero tampoco veo que tenga que ser una operación habitual.



Como veis, la becada tiene pros y contras. Es muy bonita, pero es escasa y limitada en su uso. No creo que sea un material imprescindible en la vida de un pescador a mosca, pero si que es cierto que el 90% de mis tricópteros la llevan pues para mi, tan importante es que una mosca pesque, como que me guste ¿Levanta más peces que otras imitaciones? Es algo que no me atrevería nunca a afirmar, pero está claro que contra más confianza le tengas a tu mosca, mejor pescará y yo le tengo una Fe tremenda. Ahora ya es decisión de cada uno.




domingo, 12 de abril de 2020

Epeorus de ciervo y PLA (paso a paso)


El género Epeorus es realmente abundante en Pirineos. Enormes moscardones que las truchas atacan sin piedad. Por ello es por lo que en mi caja siempre llevo imitaciones de ellos.


Una de sus características, es las manchas en forma de triángulos en su parte inferior. El color, aunque varía, suele ser entre crema, pajizo, oliva muy suave...


El montaje de hoy es una evolución de otro anterior, donde las alas estaban hechas de CDC, pero que debido al coste de secarlas, se hacía engorroso usarla cuando las capturas eran abundantes.

FICHA DE MONTAJE:
  • Anzuelo: TMC 100 SP-BL #12
  • Cercos: Pluma de León pardo medio, en V
  • Cuerpo: Dubbing oliva amarillento pálido. Fly Rite nº 41
  • Brinca: Hilo grueso de color marrón medio
  • Alas: Pelo de ciervo moteado y tirando a claro
  • Hackle: falso hackle en pata de liebre ártica (PLA) color canela o gris amarronado
  • Para abrir las alas, tira de foam de 1 mm de grosor y 3 mm de ancha
  • Hilo de montaje: JMC de color pajizo 14/0



Iniciamos el montaje atando los cercos en forma de V. Para ello, antes de atar las fibras de pluma de León, hago una bolita con dubbing, que ayudará a la abertura de las fibras. Mediante nudos en forma de ocho, conseguiremos que la V quede bien definida.


Luego ato la brinca, formo un cuerpo con el dubbing y lo brinco. Deberíamos dejar 1/3 de la tija libre para luego atar las alas y el hackle.


Atamos el ciervo que nos servirá de alas. A mi me gusta dejar una longitud aproximada a la de la tija del anzuelo.


Atamos la tira de foam y levantamos un poco las alas. Tampoco mucho pues sino nos molestarán luego a la hora de enrollar el falso hackle. Será este el que al final forzará el ciervo hasta la vertical.

En este momento formamos un bucle con nuestro hilo de montaje y que servirá para trenzar el PLA.


Cogemos pequeños mechones de pelo de la pata de liebre ártica, les quitamos la borra y los repartimos en nuestra pinza. También podemos repartir el pelo una vez que lo hayamos introducido en nuestro bucle de hilo.


Giramos el trenzador poco a poco y vamos formando nuestro collar de PLA. Con la ayuda de una aguja soltamos los pelos, que no nos queden en un gurruño.


Ahora enrollamos nuestro falso hackle, con cuidado de no pisar los pelos entre una vuelta y otra. Yo suelo dar dos vueltas por detrás de las alas y dos por delante. Las que doy por delante de las alas las doy de tal manera que me fuercen el ciervo hasta la vertical. Para eso levanto el ciervo con los dedos y doy las vuelta muy apretadas a la base del mismo.

Luego, con una aguja, saco aquellos pelos del PLA que quedaron atrapados sin querer al enrollar el hackle.


Volteamos el foam hacia adelante, abriendo el ciervo en dos y así formando las alas.


Con una tijera recorto los pelos inferiores y con una pinza quito aquellos menos estéticos. Hay montadores a los que no le gusta recortar el PLA. A mi en este montaje me gusta hacerlo por la parte inferior, pues creo que así la mosca posa mejor.


Y este es el resultado final: un moscardón que flota y se ve muy bien en el agua, es duradero y fácil de secar.


Espero que le saquéis el mismo provecho que le saco yo. Es una mosca que puede parecer un poco engorrosa de montar al principio, pero con algo de práctica, su montaje se agiliza.

sábado, 4 de abril de 2020

El coste de una mosca


Cuelgo el teléfono tras una conversación de casi dos horas con un buen amigo. Hemos hablado de muchas cosas: de su último viaje, de los compañeros de pesca, de lo que se aprende de los fracasos y de moscas. Pero no de moscas infalibles o sedas mágicas, sino de las características que tiene que tener una mosca para ser tomada por un pez en cada situación concreta, ya que les había montado algunas para este viaje.
Al final, la conversación llevó a lo que hay detrás de una mosca, de un patrón, hasta que llega a consolidarse como una imitación válida. Y claro está, cuánto dinero debe valer esa mosca.

Todo en esta vida, todo producto, lleva detrás un trabajo, un estudio, un diseño... y son cosas que la gente, el comprador del producto, no ve (o no quiere ver) y por lo tanto no quiere pagar. Esto es aplicable a una mosca, un reportaje, una fotografía, una manufactura o un proyecto. Las cosas no llegan a nosotros así sin más. Detrás hay conocimientos, experiencia, horas de trabajo, coste de material y a veces otros costes como cuotas de autónomo, impuestos, alquileres... etcétera.


Las moscas para pescar que compramos no son diferentes. Hablando con mi amigo, parece que nos hemos instalado en una dinámica que todas las moscas deben costar un euro y medio. Como si todas costara hacerlas tres o cuatro minutos. Al parecer, ahora todas las moscas tienen el valor de un perdigón simple. Hay tantos montadores de perdigones y ninfas simplificadas hoy día, que la competencia en la venta de los mismos ha llevado a tirar los precios y por ende el valor del trabajo de los montadores.

Y claro que no, no todas las moscas son perdigones. Pero incluso detrás de estas moscas simples, hay mucho trabajo detrás de pescadores que echan horas y horas en el río para conseguir patrones efectivos, según las condiciones del mismo.


Hace más de veinte años que vendí mis primeras moscas para un viaje de pesca internacional. Había vendido muchas moscas para pescar en los ríos de Castilla y León, pero aquel pedido de moscas para pescar en Patagonia era muy distinto. Recuerdo que eran Chernobyls, libélulas en pelo de ciervo con cuerpo extendido y streamers montados en anzuelos de salmón. Pues para un chico de provincias, sin internet, sin información, sin vídeos de “paso a paso” que consultar, aquel pedido asustaba mucho.


Por suerte, mi amigo Miguel (el comprador de las moscas) me facilitó los materiales, algunas moscas a modo de modelo y unas pocas instrucciones. Pero me tocó hacer muchas pruebas, montar y deshacer muchas moscas, hasta conseguir montar aquellos matapiojos de ciervo. El primero me llevó cerca de una hora, los últimos, tras siete docenas, conseguía hacerlos en veinte minutos. Pero claro, las primeras pruebas, los fracasos, no los cobré. Miguel fijó un coste de la hora de mano de obra que jamás he vuelto a ver. Pero Miguel sabía lo que quería y lo que costaba montar aquellos bichos de ciervo.


Cuando te hacen un pedido puede ser que sepas de sobra lo que vas montar, que sean modelos que tengas atados hasta la saciedad. Otras veces son para viajes, con lo que el tema se complica. La responsabilidad es mucha, puedes complicar mucho un viaje si lo que se lleva en la caja no sirve o tus anzuelos se abren.


Hay que buscar información (a veces mucha información). Hay que conseguir los materiales si no los tienes, por lo que para hacer dos docenas de moscas de un modelo, tienes que adquirir material para cien o doscientas. Material restante que no vas a cobrar y que te toca “comertelo”, esperando que algún día te vuelvan a hacer un pedido similar.

Luego hay que hacer pruebas si no conocías esos patrones. Las primeras unidades son más lentas de montar hasta que coges la dinámica. Habrá errores. Hay que comprobar que, por ejemplo, esa mosca de foam aguanta flotando con ese pedazo de anzuelo destinado a peces de cinco o seis kg. Hay que reforzar cada fase de atado con pegamento porque son moscas
destinadas a un viaje, tienen que aguantar varios peces, porque seguramente, en mitad de la nada, no se puedan reponer esos patrones.


Alguno me dirá eso de “pero no siempre montas para viajes, las mosca de aquí, ¿qué valen?”. Cierto, no siempre se monta para viajes y que para las moscas de aquí también solemos tener stock de materiales, pues se suelen usar más o menos los mismos. Pero eso no significa que no tengan un coste, de materiales, de mano de obra y de conocimientos del montador.


No podemos comparar las moscas baratas venidas de Kenia y otros países, con las que te puede hacer un montador de aquí. No dudo de la habilidad de esos montadores africanos, pero si dudo de los materiales y de los modelos que se montan. Las moscas que se demandan en España, no se venden al por mayor en el mundo, como pueden ser modelos como Adams, Humpy u otras moscas genéricas.


Cuando pagas por una mosca, también pagas los conocimientos de ese montador. Hay ríos y lugares donde las moscas son muy específicas y si el montador no está informado sobre lo que necesitas, no vas a llevar los modelos correctos. Yo que vivo y pesco en Pirineos, veo lo que muchos pescadores traen en sus cajas, según ciertas ideas de lo que por aquí se usa y la verdad es que es raro el que acierta: modelos que no flotan a la segunda trucha, moscas que no se ven, modelos genéricos que no cubren la mayoría de las eclosiones... etcétera. Pero lo mismo pasa en la Meseta, en Galicia o en cualquier otro lugar. Ese conocimiento, ese I+D que muchos montadores hacen, eso hay que pagarlo. El mejor ejemplo que conozco en esto es mi amigo Joaquín Herrero. Ninguna de sus moscas nació por ciencia infusa, sino que detrás de cada una de ellas hay mucho trabajo y mucha experiencia.


Luego están los materiales usados y la calidad de los montajes. En las moscas que vienen de Africa los hackles que llevan hacen que la mosca sea imposible tenerla en superficie después de la primera captura, anzuelos que abren a la mínima, moscas que no aguantan enteras más de dos o tres peces... Hay gente que quiere que sus moscas estén montadas en sedas míticas o materiales caros, como puede ser el culo de becada o hackles raros como el cree, o montajes, digamos, más complicados, pero pagarlos a precio de perdigón. No es lo mismo montar una Red Tag que una Iosufly de Paco Lizarraga. Una mosca de lucio lleva cantidades ingentes de materiales y mucho trabajo. Las moscas de salmón pueden ser un mundo a parte en cuanto a costes y trabajo... Creo que es algo que cualquiera lo entiende.


Yo me he negado a bajar al barro de montar moscas de euro y medio. Mis moscas no son las que menor coste tienen ¿Son baratas o caras? Veamos un ejemplo: un tricóptero con plumas de culo de becada, con hackle en parachute y anzuelo de primera marca, cuesta 2,75 €.
¿Caro? Montando a diez minutos la mosca, salen media docena por hora (siendo muy generosos), es decir, en esa hora puedo generar 16,5€. Descuenta materiales de esas seis moscas: 12 plumas de cdc, 12 plumas de culo de becada, 6 anzuelos, 2 plumas para los hackles, más hilo y dubbing. ¿A cuánto sale la hora de montaje? Siendo generosos en el número de moscas por hora, unos 12-13€/hora. Dos euros menos de lo que cobra la señora que limpia las escaleras de mi comunidad (con todos los respetos hacia su trabajo, por supuesto). Entonces esta mosca, ¿es cara o es barata?

Pues yo señores, me niego a montar moscas a un euro y medio. Mi tiempo, mi trabajo y experiencia valen más que eso. Claro que esto lo puedo decir porque no tengo una necesidad económica, como puede ser el caso de otros que trabajan a 6 u 8 euros la hora, pero espero que os abra un poco los ojos a los que compráis moscas y valoréis lo que hay detrás de los montadores de este país.